lunes, 27 de julio de 2015

Origen, génesis y evolución del consumo de drogas.

Se pierde en el tiempo la tradición de consumir drogas - cada pueblo y cada cultura van teniendo las suyas. Unas veces, el hombre ha buscado en ellas la nutrición física, otras la cura para sus enfermedades, otras para alimentar sueños o alcanzar el transcendente, influenciar el humor, buscar la paz o la excitación, en fin, simplemente para abstraerse del mundo que lo rodea y lo perturba en cierto momento de su existencia (1). Y un cierto misterio que rodeaba el templo de Eleusis, desde el siglo IV A.C. hasta la edad helénica, donde dominaba el culto de los dioses Demetrio (con una amapola ornando sus estatuas), Dionisio y Orfeu, ha ido perdurando en una áurea mítica que ahora poco a poco se deshace en buena parte de los países...
En el período de los imperios coloniales, las drogas han sido usadas predominantemente como moneda de cambio, con una completa indiferencia por las consecuencias del uso para fines distintos de los medicinales o de mediación en los contactos con el trascendente.
Detengámonos un poco sobre las tres principales drogas de origen natural: la planta del cannabis, el arbusto de la coca y la amapola del opio.
1.1 Al mirar la planta del cannabis, cuya cuna habrá sido en las estepas de Asia central, donde continúa a crecer de modo salvaje, por ejemplo en Kazakhstan y Kirguistán - se observa hoy que su autodestrucción masiva puede pelear con aspectos ecológicos de recuperación de áreas desérticas – se constata que la historia de su difusión se confunde con la de sus migraciones.
Cultivada a causa de sus fibras, del aceite extraído de sus granos y como forraje para los animales, temprano ( 2.700 A.C. ) se le reconocen propiedades psicoactivas, como sedativo para tratamiento de la alineación mental en la farmacopea del emperador Chen-nong. Los poderes estimulantes y euforizantes del cáñamo han sido elogiados en uno de los cuatro libros santos indo-arianos (1.300 A.C. ). Después de ser secadas y reducidas a polvo, las sumidades floridas son mezcladas en los alimentos o bebidas. Un papiro egipcio del siglo VI A.C. cita la planta entre las drogas sagradas del farao. En el siglo IX A.C. es utilizada en la Asiria como incenso.
El gran historiador griego Herodoto nos da cuenta de la presencia de la planta al norte del mar del Negro, entre los ríos Don y Danubio, llamando la atención sobre las aparecencias entre este cáñamo y el liño y de su uso para vestimientos. Cuenta como los pueblos nómadas que habitan la región tomaban baños de vapor provocado por el lanzamiento de sus semillas sobre piedras incandescentes. Y, curiosamente, acrecienta: «Es el único baño que conocen pues jamás lavan el cuerpo con agua.»
Su cultura en Europa occidental es conocida en los siglos I y II, pues los romanos la utilizan en los cordales de sus navíos, la importan de Galia donde crece con abundancia.
Utilizada como euforizante en los banquetes, alertaba todavía, el médico Galien contra el abuso de la droga en la pastelería pues perjudicaría el cerebro cuando tomada en exceso.
Considerada como la hierba de la mediación con los dioses – el Bhang – se torna indisociable de la casta sacerdotal de los brahmanes (religión hindú). Aún en el seno de las religiones, una leyenda dice que el propio Buda, durante las siete etapas que lo conducirán a la iluminación, ha vivido de un gran de cáñamo al día.
Para no escapar a esta atracción, también el Islamismo desde el siglo XII contribuyó a la propagación del Cannabis, conocido a partir del siglo XIV con el nombre de Haxixe, esto es, hierba en Arabe.
De mala fama, al creer en el testimonio de Marco Polo, en los siglos XII a XIII, en la Persia septentrional, Iraque y Siria, fue la seta de los «haschischans», quienes practicaban el asesinato político contra el poder sunita de Bagdad, después de beber una bebida que provenía del cannabis.
El viaje de la planta por África empieza por Egipto, a finales del siglo XII, donde su uso recreativo toca a todas las clases sociales, y después de ser llevada a todo el mundo musulmán, se extiende por la África negra, a través de comerciantes que van colocando interpuestos por la costa oriental, apareciendo en África del Sur a mediados del siglo XV, ahora con el nombre de Dagga.
Habrán sido probablemente los portuguéses, a través de los esclavos africanos idos de Angola para el Brasil, que habrán introducido cáñamo en América (liamba en Angola, riamba o marimba en el Brasil). Sin embargo, há sido en Jamaica, por la mano de los ingleses, que su cultura (con la asignación de ganjah) se intensificó para la adquisición de fibras. De Caraibes a México há sido un salto, donde esta rebaptizada con el nombre mas vulgar – la marijuana.
De este paseo del cannabis por el mundo habrá que acentuar lo que se designa por las dos caras de la planta, y que ha llevado los botánicos a suponer por mucho tiempo que se trataban de dos especies – la cannabis y el cáñamo. En las zonas temperadas sale la planta de las fibras, estratégicamente en las cuerdas, velas, bien como en la pintura y barniz de los navíos que parten a la descubierta del mundo. En otras partes se perfila la otra cara de la planta droga. Y aquí de nuevo una doble cara: la de las propiedades terapéuticas como analgésico, somnífero, anti-tussico, antineurastenico; la otra, la de sus propiedades recreativas, hedonísticas y místicas.
Es suficiente tener en atención, como ejemplo lo que se hace hoy en Europa y America del Norte, para concluir que la situación tiene semejanzas, en sus aspectos distintos.
En realidad, la Unión Europea subvenciona el cultivo del cannabis para la obtención de fibras y granos (2); en EE UU prolifera el cultivo doméstico de la sinsemilla, variedad de la planta rica en resina y con elevado tenor de THC (tetrahidrocanabinol), destinada al consumo recreativo.
Por otro lado, mientras en Europa vence hoy la opinión de que al cannabis no son reconocidas indicaciones terapéuticas (3), en EE UU, dos de sus Estados — California y Arizona — acaban de adoptar por referendum el uso del cannabis mediante prescripción médica, atribuyéndole virtudes tales como la de combatir la náusea inducida por la quimioterapia, la de atenuar la presión de los ojos en los enfermos de glaucoma, en fin, la de ayudar los enfermos de SIDA a recuperar el apetito (4).
Y conforme se destaca una u otra así se canoniza o endemonia la planta y su cultivo.
No será por ello prematuro afirmar, desde ya, que en EE UU como en otros países económicamente desarrollados, no existe investigación sustancial sobre el cannabis, por lo que se revelaría pertinente el comentario de The Economist (5), verberando la reacción de la Administración americana a los referendos sobre la marijuana, pues que en vez de perder tiempo de ignorarlos debería aprovechar la oportunidad para investigar si aquella tiene o no algún valor médico.
1.2. En la historia del arbusto y de la hoja de coca, cuya producción está siendo casi un monopolio de los países andinos, en especial de Bolivia y de Perú, las orígenes conocidos de su consumo tradicional remontan a cerca de 5000 mil años atrás. El hábito de la masticación de la hoja de coca (6) está acompañando la vida de las poblaciones de aquella región en sus funciones laborables, sociales y de manifestación ritual. Pero aparece conectada particularmente al alivio del esfuerzo físico y mental provocado por el trabajo en altitud (en el altiplano).
Con la colonización española y la explotación de las minas, la masticación de la hoja de coca continúa a desempeñar su papel de alivio del cansancio y de la sumisión a las duras imposiciones de ese trabajo.
En tiempo de guerras, principalmente empezando con las luchas para la independencia, a partir del inicio del siglo XIX, la hoja de coca permite a los combatientes de ambos lados soportar la fatiga y los rigores del clima. Y el dominio sobre el cultivo y el mercado de la hoja de coca anduvo muchas veces al ritmo de las conquistas realizadas.
A pesar del fervor religioso del clero, que en el inicio de la colonización (siglo XVI) había abogado por su erradicación, al ver en la hoja de coca el símbolo de las creencias autóctonas, el «talismán del diablo», su cultivo persistió dado el valor económico que representaba, al punto de no sólo la Corona española cobrar tributo sobre la misma, sino también la propia Iglesia recaudar de ella el diezmo.
En realidad, los depósitos de hoja de coca y de productos alimenticios permitieron dar comida a los indigentes, aprovisionar al ejército, a la población en períodos de hambre y a la mano de obra para los grandes trabajos.
Como es sabido, la cocaína es un alcalóide (aislado por Niemann en 1860) extraído de las hojas de coca (Erythroxilon coca), a la que el propio Freud dedicó gran atención por sus propiedades anestésicas y de acción psíquica.
Pero mucho más allá de su uso clínico, el que parece hoy muy reducido (7), el empleo de la cocaína como sustancia recreativa renace cíclicamente, no sólo entre los aristócratas o los ejecutivos sino también en otros estratos sociales (8).
En verdad, los depósitos de hoja de coca y de productos alimentares permiten socorrer los indigentes, aprovisionar el ejército, la población en períodos de hambre y la mano de obra para los grandes trabajos.
Como es sabido, la cocaína es un alcalóide (aíslado por Niemann en 1860) extraído de las hojas de la coca (Erythroxilon coca), a la que el propio Freud dedicó gran atención por sus propiedades anestésicas y de acción psíquica.
Pero mucho más allá de su uso clínico, el que parece hoy muy reducido (7), el empleo de la cocaína como sustancia recreativa renace cíclicamente y no sólo entre los aristócratas o los ejecutivos pero en otros estratos sociales (8).
Hoy en día, la masificación de su uso, a través de la inhalación, se volvió posible mediante dos derivados: la carpeta base de coca («free-basing») (9) o, en una otra forma, igualmente de elaboración simple, pero menos odorosa, el «crack».
Características comunes, propicias a su difusión: más baratas y de efectos más fuertes (también más peligrosos para la salud, principalmente por su absorción rápida a través de los pulmones, alcanzando el cerebro de modo fulminante).
Y he como una planta con varias prestaciones, localizada en una determinada región del mundo por el cultivo y por la tradición cultural, se difunde en un uso apartado de los hábitos iniciales.
Atentemos con algún pormenor en el hábito de consumo que es el de la masticación tradicional, y sobre cuyos efectos sanitarios se suscitan dudas.
Como si ve de la Convención Única sobre los Estupefacientes de 1961, la masticación de la hoja de coca podía ser autorizada por un periodo máximo de 25 años (10), lo cual ya se fluyó. Sin embargo, algunos países de América Latina pidieron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se pronunciase sobre la nocividad o no de tal hábito. Van transcurridos cerca de dos años que un grupo compuesto por 40 científicos de todo el mundo, reclutados en el ámbito de la OMS, emitió opinión en el sentido de que el uso de la hoja de coca no provocaba en la salud física o mental un daño digno de notar. Sin embargo, la OMS vino aclarecer públicamente que el estudio sólo representaba los puntos de vista de los peritos que lo habían subscrito, reservándose una revisión de sus conclusiones y una posterior tomada de posición formal.
Aquí está un ejemplo de como la responsabilidad que la OMS detiene en esta materia no fue todavía ejercida en términos de contribuir a dar fundamentos científicos válidos a las posiciones a adoptar por la comunidad mundial o de cierta región.
No está en causa, como transcurre del expuesto, el abuso de cocaína y sus derivados, que también hoy corre por el mundo, y de cuyos efectos prejudiciales para la salud no quedan dudas.
1.3. Contrariamente a la idea más difundida sobre la proveniencia oriental del opio (11), los vestigios más antiguos conocidos (4200 a. C.) — objetos que habrán servido para quemar opio y bolsas de cápsulas —, habían sido encontrados en la gruta funeraria de Albuñol, cerca de Granada, en España.
En el Mediano-Oriente, la amapola del opio era conocida por la «planta de la alegría». Y sus guirnaldas aparecieron por las coronas de los dioses de la mitología griega (Morfeu sacude las amapolas todas las noches sobre los mortales a fin de proporcionarles reposo y olvido).
Propiedades medicinales le son atribuidas por Hipócrates (siglo v a. C.), y Aristóteles, preceptor de Alexandre el Gran, indica-la como calmante y somnífero, a par de las virtudes mágicas y religiosas.
Habrán sido los griegos que condujeron a amapola para Asia central e India.
Hasta al siglo xvi, en Europa el opio camina en la frontera entre la fitoterapia y lo elixir de hechicería; pero con el Renacimiento es integrado en la farmacopeia (Paracelso lo usa en numerosas preparaciones).
La historia más reciente del opio se liga con la saga quinientista de los descubrimientos portugueses y las nuevas rutas comerciales que son abiertas a partir de India, reestruturando un espacio comercial marras ocupado por los árabes y chinos, en el cual las especias predominan (12). Luego, los holandeses — en una colonización dominada por razones estrictas de provecho económico — y después en especial los ingleses, que van a apropiarse del comercio del opio a nivel mundial.
Después de que se han apropiado de una de las principales regiones productoras de opio en India (Patna), y ante el fuerte défice comercial de la «East India Company», que tenía que comprar el té y la seda a China en cambio de los tejidos de algodón indio o entonces en dinero — China acababa por vender más que compraba —, los ingleses encontraron en la venta de opio las divisas chinas que les faltaban.
El monopolio angloindio del opio, a partir de 1775, inunda China y no cesa de progresar a pesar del entredicho de su consumo (en 1800) en este último país.
Ni el llamamiento directo de Emperador Lin-Tso-siu a la Reina Victória para que Inglaterra terminase con el contrabando evitó las denominadas «guerras del opio» (13).
En 1839, China, después de una discusión interna sobre si debía continuar la prohibición de la droga — con los efectos conocidos del contrabando que los ingleses fomentaban desabridamente y la corrupción — o legalizar su comercio, aunque controlado estatalmente
— con el riesgo de un desarrollo macizo del consumo —, optó por la primera alternativa y reaccionó por la incautación en Cantón de cerca de veinte mil cajeros de opio, esto es, 1400 toneladas, lanzando simbólicamente el producto al mar.
No se hizo esperar el contrataque (castigo) de la flota inglesa y la imposición de duras condiciones, a través del Tratado de Nanquim: una indemnización a los armadores-contrabandistas y el permiso de apertura de cinco puertos al comercio internacional, para además de la concesión de Hong-Kong.
Dosis repetida y aumentada viene a ser aplicada ante la incautación de la fragata Arrow (1859), en que los vencedores son ahora no sólo los ingleses sino también los franceses. Imponen, por el Tratado de Tien-Tsin, la legalización del comercio del opio, eufemísticamente para fines medicinales.
Es el descalabro para China, que acaba por tasar el comercio del opio a pesar de oficialmente prohibirlo a nivel del Gobierno central y también producirlo para sus crecientes necesidades internas.
Cuando por último en Inglaterra se levantan voces considerando tal comercio «inmoral», China se debatía con un «ejército» de opiómanos, de difícil cálculo, pero que se situaría entre 15 a 40 millones para una población de cerca de 430 millones (14). Inevitablemente China decreta (1906) la prohibición de la cultura de la amapola y del consumo del opio, por un periodo de 10 años.
1.4. Aquí se inicia el movimiento que lleva al actual derecho internacional (y nacional) de la droga, periodo en que se confrontan dos bloques heteróclitos.
Si China tenía razones de sobra para prohibir la producción, el comercio y el consumo de opio, recibe en el inicio del siglo el apoyo de un aliado de peso, Estados Unidos de América, aunque movido por otros intereses. Con efecto, rápido a seguir al desplazamiento de mano de obra amarilla para la construcción de los caminos de hierro
del Oeste y a conquista de Filipinas por Estados Unidos, se instala en su territorio una importante colonia china, la cuál lleva consigo los hábitos del humo del opio. Para además de la natural competencia con la mano de obra local, despertada el puritanismo religioso, que pretende defender las «tribus aborígenes y las razas no civilizadas» (15).
En el otro bloque se encontraban los países colonizadores, entre los cuales Portugal, agarrados a sus intereses comerciales.
Entremedias, en Inglaterra se comparaban redutoramente los efectos del opio en China a los de las bebidas espiritosas.
De los trabajos de la Conferencia de Shangai (16) (1909), donde se enfrentan aquellos dos bloques, aunque reducidos a la formulación de simple recomendaciones emana, sin embargo, un principio (un ideal) que vendría a perdurar durante todo el siglo xx: la limitación del comercio de las drogas prejudiciales solamente a fines médicos.
Estaba preparado el terreno para pasarse a la elaboración de instrumentos vinculantes, de los cuales sólo destacaremos algunos tópicos más importantes.
En la Convención de la Haya (1912) se revela ya una tendencia para abarcar todas las drogas, aunque se dedique especial atención al opio en las tres variantes: en bruto, preparado (para fumar), y medicinal. Podría decirse que, a nivel internacional, sobrelevam todavía las intenciones pías sobre las medidas concretas.
Con el fin de la Primera Gran Guerra y el surgimiento de la Sociedad de las Naciones es cometida a ésta la ejecución de las medidas tomadas contra el tráfico del opio y de otras drogas.
Ya bajo la suya égide, las conferencias de Genève (1925), de las cuáles emanan dos convenciones, espejan sintomáticamente los conflictos de las tesis que, puede decirse, van desarrolando hasta nuestros días. De un lado, los «realistas», partidarios de la reglamentación de la distribución del opio — que adoptan un sistema de producción y distribución controlada por un monopolio del Estado (17); del otro, los «idealistas», partidarios de la prohibición total y del principio de que las drogas sólo deben ser usadas para fines medicinales. Las dos convenciones reflejan la adopción de políticas todavía de algún modo a la medida y al deseo de cada país.
Como novedad, sin embargo, se instituyó la fiscalización de la ejecución de las convenciones, que fue puesta a cargo de un organismo de Naciones Unidas, antecesor de la actual Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes.
En el periodo que sigue — durante el cual se da la transferencia de la Sociedad de Naciones a la Organización de Naciones Unidas —, hasta a las convenciones hoy vigentes, se acentúa el control y las sanciones, en la esterilla, además, de las tesis americanas (prohibicionismo).
Sin embargo, se daba la descolonización, acontecimiento que hizo cambiar radicalmente la estrategia: no hay
más oposición entre los EEUU y las potencias coloniales de Europa pero sí entre países consumidores del Norte y productores del Sur.

Información obtenida de www.encod.org/info/HISTORIA-INTERNACIONAL-DE-LA-DROGA.html



 

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